Los clubes de la Asociación Rafaelina ya se encuentran con las pretemporadas en marcha pensando en lo que serán los desafíos del 2024. Uno de ellos es Independiente, que cerró la última temporada como subcampeón del Torneo Oficial con un plantel plagado de jóvenes con mucho futuro. Sin embargo, la nota la dio un hombre de la casa.

Pablo Rocchia regresó a la práctica deportiva y lo hizo en el club de sus amores, donde espera darle un cierre a su carrera dentro del parquet, recordando que se había alejado por dificultades en su cadera que lo llevaron a operarse. Sin embargo, un jugador de la talla de Pablo no puede despedirse sin volver a picar una «naranja» y es por eso que el jugador se encuentra entrenando desde hace unas cinco semanas con el objetivo de volver a sumar minutos.

Tiempo atrás, el ex jugador de Sportivo Ben Hur y Quilmes había dialogado con BASQUETOTAL Radio donde manifestó la importancia de que las figuras de renombre que tiene la disciplina se vuelvan a involucrar con el básquet de Rafaela. Y qué mejor manera de hacerlo que con el ejemplo.

Confirmando su regreso a la actividad, Rocchia se puso creativo y escribió unas emotivas palabras que enmarcan todo el proceso vivido a lo largo de su carrera deportiva y también sus experiencias de vida.

La carta de Pablo Rocchia

Partiendo de la base de que el 90% de las personas que me conocen saben que el básquet siempre fue una forma de vida, la cual adquirí gracias a los profes, a mis compañeros y al club, volver a Independiente es realmente como volver a mi casa. Entro a mi casa paterna, a mi casa que tengo con mi familia y también al club, y es algo que no tiene explicación. Es tu casa, donde sos feliz.

El básquet me dio muchas cosas, pero lo principal es que en nuestro caso -con Independiente-, nos unió, nos selló y nos encuentra hoy cada día más unidos. Y eso, creo, es por los golpes que te da la vida, y también porque tenes algo que compartir, para comentar, para enojarte. Eso es el básquet.

Mi vida es mi familia. Mi señora, mis hijos, mis hermanos y sus familias, mi viejo y, claro… mi vieja. Qué poca agua hubiese corrido si mi mamá en cada partido que jugábamos no nos esperaba con la cena. Cuántas veces nos separó para no agarrarnos a piñas. ¡Qué locura!

Esto resume el motivo de tener que cerrar el círculo de mi vida, de una parte de mi vida, que es el básquet.

Hace tres años, y un poco más, venía renegando con el tema de la cadera. Fui prolongando una agonía que no tenía final, y que me hizo bajar al infierno. No tenia forma de salir, era un dolor constante que no me lo podía sacar con nada. Pero seguía. No sé porqué. Debo haber creído que se me iba a pasar con magia.

Y decidí operarme, con todo lo que implica un reemplazo de cadera. Y a medida que fueron pasando los días, fui mejorando y fui subiendo a la lona, como me decía un amigo…

Ya con cuatro meses desde la operación, hablé con mi señora y le dije que iba a tratar de jugar un año, unos meses más, para poder terminar esto que empecé hace 39 años.

Hablé con la «Queca». Él estaba de vacaciones y me dijo que cuando volvía íbamos a sentarnos a darle forma. Y así fue. El día que llegó, me escribió y me dijo que vaya al club. Estaba ahí, me recibió y me dijo que le interesaba que sea parte del plantel. Eso fue lo único que escuché, y eso que la charla duró como una hora.

Y empecé, como siempre. Van cinco semanas en donde llego primero y me voy último, como el primer día. Como si fuera un Pre-Infantil. No sé qué es esto, a veces pienso que es un sueño, pero no.

La perseverancia de un jugador amateur no tiene precio. La constancia y el respeto por el deporte les enseñaría a todos los niños a ser mucho mejores personas. No existe algo más lindo que sentir que el trabajo está hecho. Yo, estoy en eso. Me falta nada…